Los padres y madres sufren en los primeros momentos de este calvario una absoluta indefensión. Nadie les cree. En sus narraciones, además del desconsuelo, se percibe la desconfianza. En sus discursos, que si no fueran reales parecerían rocambolescos, aparecen constantes referencias a abogados indocumentados, a prevaricaciones, a equipos psicosociales que ni siquiera saben lo que es el SAP, a colectivos feministas ávidos de subvenciones, pero incapaces de defender, por ejemplo, los derechos de las abuelas a ver a sus nietos... Sin embargo, van ganando batallas. Empiezan a escucharse sus voces. Los tribunales -aún muy contados- comienzan a considerar la posibilidad de que exista un SAP. Ya se han producido dos o tres sentencias similares a la de hace unos días en Manresa. Cada uno de estos pequeños triunfos es una puerta a la esperanza de todos los demás -miles- de volver a ver algún día a sus hijos. Y, sobre todo, ya no están solos y desinformados. Asociaciones como Amnistía infantil se encargan de aconsejarles y apoyarles en unos momentos tan dramáticos.
domingo, 24 de junio de 2007
Una puerta para la esperanza
ABC - 24 Junio 2007
Los padres y madres sufren en los primeros momentos de este calvario una absoluta indefensión. Nadie les cree. En sus narraciones, además del desconsuelo, se percibe la desconfianza. En sus discursos, que si no fueran reales parecerían rocambolescos, aparecen constantes referencias a abogados indocumentados, a prevaricaciones, a equipos psicosociales que ni siquiera saben lo que es el SAP, a colectivos feministas ávidos de subvenciones, pero incapaces de defender, por ejemplo, los derechos de las abuelas a ver a sus nietos... Sin embargo, van ganando batallas. Empiezan a escucharse sus voces. Los tribunales -aún muy contados- comienzan a considerar la posibilidad de que exista un SAP. Ya se han producido dos o tres sentencias similares a la de hace unos días en Manresa. Cada uno de estos pequeños triunfos es una puerta a la esperanza de todos los demás -miles- de volver a ver algún día a sus hijos. Y, sobre todo, ya no están solos y desinformados. Asociaciones como Amnistía infantil se encargan de aconsejarles y apoyarles en unos momentos tan dramáticos.
Los padres y madres sufren en los primeros momentos de este calvario una absoluta indefensión. Nadie les cree. En sus narraciones, además del desconsuelo, se percibe la desconfianza. En sus discursos, que si no fueran reales parecerían rocambolescos, aparecen constantes referencias a abogados indocumentados, a prevaricaciones, a equipos psicosociales que ni siquiera saben lo que es el SAP, a colectivos feministas ávidos de subvenciones, pero incapaces de defender, por ejemplo, los derechos de las abuelas a ver a sus nietos... Sin embargo, van ganando batallas. Empiezan a escucharse sus voces. Los tribunales -aún muy contados- comienzan a considerar la posibilidad de que exista un SAP. Ya se han producido dos o tres sentencias similares a la de hace unos días en Manresa. Cada uno de estos pequeños triunfos es una puerta a la esperanza de todos los demás -miles- de volver a ver algún día a sus hijos. Y, sobre todo, ya no están solos y desinformados. Asociaciones como Amnistía infantil se encargan de aconsejarles y apoyarles en unos momentos tan dramáticos.
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